jueves, 10 de noviembre de 2011

El gatopardo de Visconti

El  Gatopardo, Luchino Visconti, 1962
Burt Lancaster, interpreta magistralmente al Príncipe de Salina, una región italiana  donde ejerce el principado cuyo escudo de armas está representado por un leopardo.
En la religión y su forma de orar repetida y reiterativamente en un idioma no nativo, el latín, a través del rosario a la Virgen, se estrechan los lazos de comunicación de una familia de 7 hijos, una Madre y un Padre acompañados de muchos sirvientes. Las familias italianas son numerosas, incluso las aristocráticas del siglo XIX (1860), rodeadas de arte en cuadros, y esculturas, fastuosidad y comodidades  propias del palacio del noble que hereda genéticamente su poder.
Tancredi, interpretado por Alain Delon, es el sobrino del príncipe, que se une a la revolución del pueblo con ayuda monetaria que le dá el príncipe para “ que no pase problemas en ella “; el pueblo se toma el poder con un ejército rojo, lo que no evita que el príncipe y su familia tomen sus vacaciones en el Palacio de  Donnafugatta, ayudados por Tancredi quien es un miembro que ha trabajado por la causa y disfruta sus vacaciones  aunque el polvo del camino y de la vida que pasa los vaya dejando inmóviles y gastados.
Luego de aliarse con el pueblo, Tancredi cambia de rumbo y se une a las tropas oficiales azules que apoya la nueva clase política y comercial , que no tiene títulos ni abolengos pero que tiene dinero producto de “ buenos negocios “. Todo parece readecuarse cuando Tancredi se enamora de Angélica, la bellísima hija de Don Calogero, el nuevo dueño del pueblo, quien maneja a su antojo las decisiones políticas del pueblo. Angélica, interpretada por una joven Claudia Cardinale, seduce con su belleza a todos, viejos y jóvenes, aunque sus carcajadas no sean bien recibidas.
En el baile de presentación de Angélica, se unen oficiales azules, ricos, burgueses, nobles y no tan nobles y se llena la sala de una alegría que de ser tanta, parece ficticia, mientras afuera, los otros, los que no están invitados al banquete continúan su lucha, e incluso mueren por ella.
El príncipe simbolizado como  gatopardo, que no es león, ni gato, ni leopardo, deja clara su tristeza en el paso por el camino que recorre a pie para despedirse de lo que alguna vez fue su territorio.
Ni la religión, ni la política pueden dar resguardo al animal cultural que fue la aristocracia y sus títulos dotados por la Naturaleza, por lo genético, por lo que se hereda a través de ser “hijo de “.
¡Una nueva Cultura sin Madre, desligada de lo Natural, se impone….!

Elizabeth Acero Matallana
Cine Club Mister Meebles.
Mayo 2 de 2011

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